Nota escrita por Martin Mozotegui

El show comenzó con un “rubio correcto”, trajeado, engominado, casi de caricatura noventera. Pero a medida que se despojaba de la ropa, también se despojaba del personaje: lo que al principio parecía un ejercicio de estilo se transformó en un ritual. Marttein, ese antihéroe que juega entre la ironía y la sinceridad absoluta, volvió a poner el cuerpo como manifiesto. Con invitados como MAG, Camilo Desorden, Juana Rozas y Six Sex, el show fue una coreografía del exceso.

En El rubio, la noche porteña se vuelve exceso y condena: un chico atrapado entre la búsqueda de sentir —al menos algo— y la oscuridad. En El marrón, el renacer: un gurú de falsas ilusiones que intenta salir a la superficie… y que lo sigan, porque sin sus fieles no es nada. Y en Espectacular, el delirio hecho pop, una escena bailable sobre la necesidad de creer aunque todo sea una ficción, un guiño al clima de época que vive toda una generación.

 
“Para Amarse” tuvo un momento íntimo en piano, pero también una versión rockera que desató el pogo de los martteiners en el teatro de Colegiales. Entre luces cálidas y momentos filosos, Marttein consolidó lo que hace un año era apenas un deseo: vivir de su música.

Uno de los momentos más encendidos fue “Llámalo”, ese himno de estímulos que comparte con el super rapero nacional Dillom. El verdadero está de gira por Europa, pero su espíritu —o su sombra— se hizo presente igual. El cierre llegó con “AAA”, un tema resacoso que funciona como grito y despedida.

La banda —El Pepe y Jeremy Flagelo— sostuvo con precisión un show donde cada sonido parecía parte de una coreografía invisible. La noche nos dejó a un artista cada vez más seguro de lo que hace, y a un público que ya no solo baila: asiste a la misa de un performer que convierte sus pensamientos en espectáculo.