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Disney quiere repetir su más grande suceso animado con una secuela que se esfuerza poco y nuca llega a estar a la altura de la original.

Tras su estreno en 2013, “Frozen: Una Aventura Congelada” (Frozen, 2013) se convirtió en la película animada más taquillera de todos los tiempos a nivel mundial, con más de mil doscientos millones de dólares recaudados, dos Oscar en su haber, y un tema musical principal que todavía taladra los oídos de los adultos alrededor del globo. No podemos culpar a Disney por querer repetir esta hazaña, expandiendo el universo de sus princesas empoderadas y una historia basada muy libremente en “La Reina de las Nieves” de Hans Christian Andersen.
Más allá de la espectacularidad de los paisajes escandinavos y las pegadizas canciones de Kristen Anderson-Lopez y Robert Lopez, Elsa y Anna de Arendelle llegaron para romper varios de esos preconceptos y arquetipos impuestos por el propio estudio a lo largo de décadas y décadas de aventuras animadas protagonizadas por simpáticas jovencitas en busca de un príncipe azul. La historia de las hermanas que se ‘salvan a sí mismas’, sin necesidad de intervención patriarcal, resonó en cientos, miles de niñitas que todavía siguen entonando “Libre Soy” como himno de los tiempos de cambio de los que el cine infantil tampoco puede (ni debe) escapar.
“Frozen” terminó de allanar el camino principesco que arrancó con “Mulan” (1998) y siguió con “Enredados” (Tangled, 2010), “Valiente” (Brave, 2012) -sirve de ejemplo, aunque sea de Pixar) y “Moana: Un Mar de Aventuras” (Moana, 2016), protagonistas que anteponen sus sueños y objetivos por encima de las tradiciones y los mandatos sociales. “Frozen II” (2019) tenía la dura tarea de superar (o igualar) a la original, cosa que hizo en las taquillas, pero no cuando se trata de una narración con ganas de romper fórmulas y alejarse de esas secuelas ‘berretas’ directo a DVD.
Chris Buck y Jennifer Lee se vuelven a hacer cargo de esta historia, años después de los sucesos de la primera película, donde vemos a todos muy contentos en el reino. Las cosas se complican cuando Elsa (voz de Idina Menzel) despierta a los viejos espíritus del bosque encantado, obligando a los habitantes de Arendelle a abandonar el lugar. En busca de respuestas sobre su pasado, su futuro y el origen de sus poderes, la reina, su hermana (Kristen Bell), Kristoff (Jonathan Groff), Olaf (Josh Gad) y Sven se internan en la espesura, sin saber que esta nueva odisea va a revelar unos cuantos secretos familiares.
“Frozen II”, lamentablemente, cae en los lugares comunes más gastados, repitiendo muchos de los recursos que funcionaron en la primera entrega y volviendo a esos mismos esquemas que quiso romper seis años atrás. La historia de Buck y Lee es demasiado previsible (incluso para el público más menudo) y reiterativa, prefiriendo algunos golpes bajos y resoluciones de manual antes que el riesgo narrativo. Ni siquiera la banda sonora logra conquistarnos y reemplazar el hit de Menzel con “Into the Unknown”, el nuevo momento de lucimiento para Elsa. Es más, ninguna de las canciones llega a destacarse, haciendo que este musical pierda un poco de su encanto.
La verdadera virtud de esta secuela congelada se encuentra en su aspecto visual. Todo está recargado de detalles y paisajes abrumadores imposibles de dejar pasar, pero también apuntan a un estilo más marketinero donde todo, en la pantalla, puede convertirse en un producto a explotar; si no, no se entienden los constantes cambios de atuendos de sus protagonistas. La estética y el nivel de animación que consiguió el estudio del ratón (siempre a la vanguardia) no alcanzan para que “Frozen II” se destaque por sí misma, y a pesar de los miles de millones en la boletería, estamos ante una nueva continuación que no va a dejar su huella en la historia cinematográfica.
Suponemos que esto último no le quita el sueño a Bob Iger (presidente del estudio), aunque parece ser un síntoma para Disney dentro de un año muy taquillero, pero recargado de historias (remakes, live actions, desenlaces de franquicias) que no terminaron de satisfacer las expectativas del público. Un ‘reclamo’ a tener en cuenta para esta nueva etapa donde el ratón también se va a hacer cargo de las producciones de 20th Century Fox, inundando un poco más el mercado con sus fórmulas y métodos de producción.
Volviendo a “Frozen II”, la historia suma algunos personajes nuevos -Evan Rachel Wood como la mamá de las nenas en los flashbacks del relato, y Sterling K. Brown como el teniente Matthias, un hombre leal a la corona- y se sigue apartando de la estructura del clásico villano, pero ahí también residen muchos de los problemas del film que nunca encuentra un verdadero hilo conductor. En cambio, salta desenfrenadamente de situación en situación y de número musical en número musical. Contrariamente a lo que hubiéramos esperado, Olaf se transforma en el MVP de esta aventura, mucho más que el comic relief de la primera entrega que, acá, agrega humor y ternura a una historia que no siempre sabe de dónde sacarlos.

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